lunes, 31 de marzo de 2014

El graffiti en Argentina. Historia

El graffiti en Argentina comenzó a ser utilizado en la década de 1920 con fines políticos y siguió siendo así durante el resto del desarrollo de este movimiento.

Con el ascenso del coronel Juan Domingo Perón al poder, la situación política cambió y la actividad de protesta se dejó de lado. Sin embargo, al estallar el golpe de estado en 1955, la declaración del estado de sitio, la prohibición del peronismo y la constante represión, la práctica de graffitis políticos se intensificó. La tiza y el carbón le daban voz al pueblo que en las paredes reclamaba la vuelta de Perón. La "Resistencia Peronista" fue la que capitalizó la actividad graffitera.




 El testimonio de César Marcos, un dirigente de la “Resistencia Peronista”: 
“Unos cuantos locos sueltos comenzamos a escribir en las paredes y a llenar los mingitorios de grafitos. Claro que no éramos Lugones ni Borges, pero creamos un logotipo tan fascinante y poderoso como el perfil del pez de los primitivos cristianos. Así fue el “Perón Vuelve”. La dictadura de la “libertadora” se había propuesto barrernos totalmente de la historia y la geografía. Nosotros enfatizamos la propaganda callejera mural y escrita (...) Incansablemente, sin tregua, sin pausa, nos aplicamos a emborronar paredes. Después, cuando nos alcanzó la etapa superior del mimeógrafo, pasamos a los volantes, a los panfletos, los pequeños pasquines (...) la “libertadora” se había empeñado en “desterrar el mal gusto impuesto por peronistas” y sustituirlo por la cultura de las señoras gordas. Pero la tiza y el carbón vencieron una vez más. Y esta obra fue realizada por el pueblo anónimo...”. 




Las pintadas había que hacerlas en el menor tiempo posible, se utilizaban tizones grasos elaborados con negro de humo y cera o, en otros casos, rojo de hidróxido de hierro y otras pinturas, así se veía reflejada la protesta en los muros. 

“Con tiza y con carbón, las mujeres con Perón” era una consigna clásica que sintetizaba la metodología de aquella etapa. 



Ya por el año 69 aparece en el país el aerosol, lo cual servía para escribir más rápido las consignas clandestinas en contra de la dictadura de turno, sin dejar de lado que a los autores de los graffitis de esa época, les seguía gustando más las formas antiguas de escribir en los muros, lo cual lo ponían en practica cada vez que las condiciones de seguridad para llevar a cabo sus trabajos, lo permitían. 


La etapa dictatorial de 1970 al 73 resultó emblemática por la creciente presencia de reclamos populares desde las paredes. El período 1972 al 76 por su elevada conflictividad social, dura confrontación ideológica y masiva participación ciudadana, posiblemente constituya también el momento de mayor desarrollo del graffiti político en el país. Las consignas políticas que se encontraban en los muros se fueron tomando como mensajes que los manifestantes luego cantaban en sus marchas, entonces se establece una relación entre el graffiti de consigna política y el cántico callejero. Ya los textos de las pintadas dejaban de ser deseos anónimos expresados en los muros para convertirse en la voz del pueblo movilizado en las calles. 
También los sectores contrarios al peronismo imprimían mensajes en las paredes. Los mismos estaban relacionados con un deseo de orden, moralidad, religión contrarios a lo que para ellos representaba Perón.

Durante la dictadura de 1976, realizar un graffiti se volvió una actividad sumamente peligrosa que la empujó nuevamente a la clandestinidad. El graffiti nunca fue tan peligroso como en ésta época sangrienta.
Cuando se exigió con pintadas desde la propia Pirámide de Mayo la “aparición con vida de los 30.000 desaparecidos”, entre otras reivindicaciones, los partidarios del régimen en retirada respondieron pegando en el área céntrica un cartel con la foto de éstos graffiti que pretendía demostrar “vandalismo” sobre el monumento y preguntándose en el texto si sus autores querían volver a un pasado oscuro. Ese pasado, no era para ellos el del terrorismo de estado, la represión indiscriminada y las aventuras bélicas, sino aquel en que el pueblo se permitía reclamar públicamente sus derechos desde las paredes. 

En septiembre de 1983, en la Plaza de Mayo y sus alrededores, tuvo lugar la Tercera Marcha de la Resistencia organizada por las Madres de Plaza de Mayo. Fue entonces que tres artistas plásticos -Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel- acercaron a sus organizadores una iniciativa inédita: realizar las siluetas sobre papel, en tamaño natural, de los miles y miles de desaparecidos, para acompañar la marcha y ser pegadas en las paredes aledañas a la plaza. Esas siluetas constituían un acta de acusación demoledora a los crímenes de la dictadura y a la vez, aparecían como el contorno visual de una consigna y un clamor de las propias Madres, nada retórico: “Con vida se los llevaron, con vida los queremos”. 






Los primeros grupos de graffiteros, aunque tal vez no se denominaran así, porque solían denominar a sus graffitis "pintadas", se iniciaron por el año 82/83, parodiando las consignas de los partidos políticos, y esto en plena efervescencia democrática.

Algunos de los más recordados:

  • de los firmados por Los Vergara: “Albert sabe el secreto, Batman es Bruno Diaz”; “Tiemblen fachos, Maradona es zurdo”, “No a la donacion de órganos" (Yamaha)”, entre muchos otros.
  • Con un humor más ácido, Bolo Alimenticio: “La Semana Santa es una huelga escleciástica”, “Los curas enferman”, “Morirse no es nada, lo triste es vivir en al Argentina” y


  • Fife & Autogestión: "Cuando el Estado se prepara para matar se hace llamar Patria", “Basta de pornografía: ¡vistan a Cristo, que está en pelotas!”.

    • Estos fueron los inicios, pintadas sin ningún adorno ni esfuerzos tipográficos, pero con fuerte contenido crítico, centralmente al "consignismo" de los partidos políticos de la época.

      En los 90 hubo varios picos de desarrollo de la pintada durante diferentes campañas políticas nacionales. Creció también el reclamo desde las paredes exigiendo justicia y en contra de indultos a los jerarcas de la dictadura. 
      La presencia del graffiti irónico disminuyó por entonces en la ciudad, aunque se concentró sobre figuras públicas paradigmáticas y frecuentemente mencionaba con sarcasmo la política privatizadora impulsada desde la conducción del estado. 
      A su vez, se encontraba una mayor evolución en las pintadas, sin perder de vista que también se seguía protestando por lo que años atrás había sucedido en la historia del país. Esta negación del olvido tanto individual como colectiva se relaciona directamente con la relación que Vernant establece entre la memoria individual, la social e histórica: 
      Igualmente se seguían encontrando protestas en los muros y reclamos hacia los implicados de ese conflicto. 
      En los años 90 llegó al país el graffiti catalogado como el arte hip-hop, el cual le dio una nueva forma de color a las paredes de esta ciudad. 
      La privatización de medios de transporte como el ferrocarril o los accesos viales a la ciudad redujo en cercanías de las estaciones ferroviarias y sobre paredones de las autopistas muchas superficies habitualmente propicias para las grandes pintadas políticas. Paradójicamente, como esos lugares eran los sitios preferidos por los militantes de los partidos legalizados, al disminuir su presencia allí se favoreció la apropiación de dichos espacios por expresiones clandestinas. 
      Desde las paredes libran también una lucha cuerpo a cuerpo con los discursos oficiales, denuncian la pérdida de nuestra memoria histórica, asumen por muchos el rol de contestar y desocultar 

      7 comentarios:

      1. Hola Romina, te hago una consulta. Me dirías si tenés bibliografía que apoye esta información? Me interesa el tema y me gustaría leer más de la historia argentina del graffiti. Saludos y espero tu pronta respuesta.

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      2. yo estoy en la misma! necesito info sobre el tema para hacer una investigación.

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      3. Hola necesito bilbiografia que trabaje este tema. Me la puedes proporcionar?

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